jueves, 8 de septiembre de 2011

LA EDUCACIÓN: Otro proceso satisfecho de intereses.

Por: Darwin Valmore Franco Gallego.


El devenir de la humanidad no solo replantea las prácticas sociales de los sujetos, sino que además ocasiona una reflexión en torno a ella, planteando bien o mal un avance o transformación del mundo que rodea al individuo. Esto es, el mismo trascurso de la historia ha expuesto de alguna manera ciertas tendencias que son propias de la misma condición del ser humano, es decir, cambiantes e inconstantes, motivo por el cual, se complejiza la discusión socio antropológica pensando en el hombre como objeto de estudio.
En el siguiente escrito aparecerán algunos cuestionamientos que están inmersos en el asunto referente a aquellas inclinaciones, tendencias o propensiones que han marcado no solo estilos de vida sino que también han sido fundamentales para el reconocimiento de algunas “épocas” de la humanidad.
En este sentido es necesario hacer énfasis, en que si las tendencias retoman el nombre o están bajo alguna época no quiere decir que solo hayan surgido en esa época como tal; y que por algún motivo extraño pasa dicho lapso, entonces como por instinto esas prácticas desaparecen de igual manera. De esta manera, es posible afirmar la presencia de diferentes situaciones propias o características de algún momento histórico en otro muy diferente. En literatura por ejemplo, no debe ser rara la presencia de un texto totalmente existencialista en plena escuela clásica, apelando nuevamente a lo cambiante e inconstante que puede ser el hombre.
Desde este punto, ya se torna indispensable mencionar lo que se conoce como Modernismo en términos conceptuales (moderno diferente a contemporáneo) para Anthony Giddens la modernidad se refiere a “los modos de vida u organización social que surgieron en Europa desde alrededor del siglo VXII en adelante y cuya influencia, posteriormente, los han convertido en más o menos mundiales” al finalizar su definición, Giddens reconoce de alguna manera que todo evento cultural puede tener sus representaciones apartándose incluso del contexto cronológico al que está adscrito.
Por otra parte, es menester aclarar y ampliar la definición de modernidad presentada anteriormente, la cual incluye en su concepción, una tendencia verídica de desarrollo y progreso constante en términos de “civilización”, una inclinación por la tecnología y sus mundos virtuales, un estilo de vida con intereses capitalistas y neoliberales de producción y consumo exagerado. Acceso notable de despilfarro económico y de prolongación en las relaciones de poder, circunstancia que dejaría mal ubicado al más necesitado. Más o menos a eso apunta el concepto de modernidad, a un universo de frivolidades y trivialidades que sin duda transformarán al sujeto en un componente más de la llamada globalización.
Acá es donde aparece una pregunta que es competente retomar con miras a la crítica de la situación en la que se encuentra la sociedad moderna. ¿Para qué educar?
En términos de didáctica, la respuesta puede ser más amplia incluso que la pregunta, ya que se sigue teniendo en cuenta esta actividad como otra labor del hombre para el hombre, sujeto complejo y abstracto. El hecho de educar, tiene todo un respaldo de intenciones e intereses que corresponden en el mejor de los casos a las mismas ideologías de los docentes, sino es que las condiciones de currículo o exigencias institucionales determinan la labor de educar en otra continuación del Estado en sus proposiciones de expandir sus políticas educativas de formación de sujetos “útiles” para la Nación.
Por tal motivo, el acto de educar, más que una simple trasmisión de contenidos, es todo un suceso social que compromete a sujetos en un proceso de reflexión y análisis frente a lo que ocurre en el contexto. Entonces esa es la propuesta, y teniendo en cuenta lo que expone ideológicamente la modernidad, es indispensable pensar en la educación como en la formación de sujetos críticos y analíticos que se interesen por transformar, resistirse o reproducir aquellas tendencias con argumentos y posterior a una reflexión pertinente.
Para que entiendan lo que realmente sucede, para que no se queden sin cuestionarse o para que no sean abusados y no se den por enterados. La emancipación del individuo surge de la crítica y el razonamiento de sus postulados y los de los demás. Por esto es que se torna necesario educar sujetos y no construir autómatas y elementos metódicos de reproducción injustificada.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Consecuencias Dialectales.

“¿Es usted un demonio? Soy un hombre. Y por lo tanto tengo dentro de mí todos los demonios.”
Gilbert Keith Chesterton.


La transformación de una actitud se ha visto determinada por un contacto vehemente.
Se ha dicho que aquellas manifestaciones emocionales no son más que otro diagnóstico clínico… pésima noticia para los románticos que han apelado por las mariposas en el estómago.
Decidieron que una atracción se emancipa de toda noción metafísica y abstracta, y han querido adscribir todo discurso en ciencias fácticas que profesan exactitud.
Invadieron y profanaron lo inexplicable del ser humano creyendo que encontrarían respuestas, juran que las tienen pero nunca lo han sentido.
Me han juzgado por representar para ellos aquel sujeto que se resiste a la reproducción de sus postulados. Me ven rarísimo cuando elocuente y retorico defiendo la impotencia de Platón para definir el concepto de amor.
Detestan mis eufemismos y demás figuras literarias que complejizan la discusión. No creen que sea el nuevo mesías, pero la verdad es que no me han visto en medio de doce truhanes multiplicando el pan, bebiendo vino y transformando el agua en bodas y orgías.
Todo bajo el nombre de la humanidad, aquella que en medio de su anomalía me ha posibilitado identificar la transformación de una actitud luego del contacto vehemente con aquella dama, de misteriosa sonrisa e intimidante mirada que frecuenta un parque bohemio y acepta discusiones de bribones como yo.

Por: Darwin Valmore Franco